Se encuentra aquí:

Blog

De las cenizas del desastre …

  • May 13, 2015

La charla de anoche fue un desastre total. Violé todos mis principios de hablar en público: 1. Preparación 2. No depender de la tecnología 3. Si es indispensable usar la tecnología, tener un “Plan B”.

La verdad es que sí, me preparé. Mi discurso dependía, completamente, en el prólogo de ocho minutos de una película que hicimos mi hijo y yo para El Canal de la Salud Mental.  Cuando llegué a Pollman Hall en el Templo Emanuel, vi el logotipo del Canal de la Salud Mental en la pantalla y pensé, “Excelente, ya han visto esto, puedo relajarme.”

La Rabino Debra Robbins me pidió escribir un par de preguntas fáciles para facilitar la sección de Preguntas y Respuestas después de la charla. Sin duda, sintiendo los efectos de la cafeína y pensándome invencible, pensé “Odio las preguntas fáciles”.  De hecho, estoy orgullosa de mi capacidad de responder en el escenario.  Sin embargo, anoche se me olvidó que mi capacidad de hablar y de dar una respuesta lúcida, depende por lo general en las horas de sueño y una buena alimentación, es decir, una dieta que no tiene como ingredientes principales a las galletas de queso, un bizcocho grande de chocolate  y una Coca-Cola Light. Ni modo.  Garabateé la primera pregunta: “Tengo entendido que usted tiene un matrimonio inter-religioso. ¿Crees que esto contribuyó a su depresión?”

¿Se me olvidó mencionar que nunca antes, había respondido en público a esa pregunta? Ah, bueno….acababa de escribir un comunicado de prensa, resolví la manera de ayudar a librar al mundo de la depresión, y antes había estado en una recaudación de fondos para apoyar a una institución de arte, y poco antes había enviado avisos para una graduación.  También asistí a un funeral en mi cumpleaños y había evitado que mi suegra asistiera a un evento en la escuela de mi hija.  Claro, sentí que podía hacer CUALQUIER COSA! Bueno, casi.

Al presionar “play” nos dimos cuenta que el video de 8 minutos no tenía sonido. En verdad había un poco de ruido, pero a pesar de tocar desesperadamente el control del volumen, adoptando una rutina digna de Abbott y Costello donde quité el micrófono del podio, casi me tropecé con el cable, y caminando de una bocina a otra, decidí finalmente, desenchufarlo por completo. En ese momento exacto me di cuenta de que no tenía un plan B.

Para ustedes que me han escuchado hablar en otras ocasiones, tengo otra manera, una que usé hace mucho tiempo, para comenzar una plática.  Comienzo hablando del día mas triste y trastornado de mi depresión, creo la imagen de una vida sin luz, ni esperanza, y sigo hablando hasta crear algo mas luminoso.  Sin un plan B, recurrí a mi discurso alternativo. "En septiembre de 2001," comencé, "cuando la mayoría de ustedes estaban viendo a los aviones estrellarse una y otra vez contra las torres gemelas, me senté en una sala psiquiátrica bajo llave esperando a mi primera ronda de la terapia electro-convulsiva.” Ultimamente he puesto esta platica alternativa en el fondo del bote de basura. Es una platica eficaz, pero siendo honesta, es desagradable. Hoy en día, suelo empezar con humor, siguiendo la fórmula descubierta por los creadores de "Pistas de Blue”: las personas tienden a escuchar cuando oyen algo familiar con lo que pueden relacionarse. Si el discurso comienza demasiado lejos de las experiencias personales de la audiencia, simplemente dejan de prestar atención.

Esta fórmula fue desarrollada para los niños, pero los adultos experimentan algo parecido. Si se presenta un caso extremo de enfermedad mental para lograr cautivar la atención del publico, el caso extremo se convierte en algo alejado de la realidad, algo con lo que la audiencia no puede identificarse. Mi público escuchó, pero con la misma expresión de asombro que se observa en un espectáculo de circo. No es el resultado deseado, ni por ellos ni por mí.

Por suerte, en la sesión de preguntas y respuestas, algunas historias divertidas acerca de mis hijos entretuvieron a la audiencia. Entonces el rabino suavizó mi pregunta sobre el matrimonio inter-religioso en una pregunta acerca de la Fé. Yo le interrumpí, desafiándole a hacerme la pregunta original: “Tengo entendido que tiene un matrimonio inter-religioso. ¿Crees que esto contribuyó a su depresión?”

Habiendo crecido en la Fé Católica, dejé de asistir a la iglesia regularmente en mi primer año de la Universidad de Notre Dame. Incluso en 1980, muchas de las reglas de la Iglesia Católica, a mi parecer, no tenían sentido. Un novio mañoso señaló que si no estaba de acuerdo con una larga lista de reglamentos, ¿cómo podría decir que soy católica? Razonando, lo mi novio decía tenía sentido, así que dejé de asistir a la iglesia.

Cuando conocí a mi futuro marido, un muchacho judío agradable, oriundo de Dallas, TX, yo no había ido a misa en aproximadamente 7 años. Sabíamos que queríamos criar a nuestros hijos dentro de una familia de Fé, y considerándonos como personas de mentalidad abierta, yo estuve de acuerdo en que nuestros hijos crecieran en la Fé Judía. El acuerdo fue hecho de manera relajada, y con ello, deje de un lado a mi cultura católica. Cierto, no estaba de acuerdo con la Iglesia Católica en muchos temas, ni en ese entonces, ni actualmente. Pero a los 29 años de edad, aun no había logrado entender completamente al significado de mi niñez.

Durante los primeros 18 años de mi vida, mientras mi familia se mudó de lugar a lugar por la carrera militar de mi padre, la religión era el engrudo que dio consistencia a nuestras vidas. Yo podría haber estado en una escuela nueva, luchando para hacer amistades y conocer a lugares desconocidos, pero cada semana fuimos a misa y yo sabía cuándo pararme y arrodillarme, qué palabras decir y qué canciones cantar. Por 12 años, mas o menos, yo reconocía la redondez familiar de una oblea en mi lengua. Nunca llegué a creer que la oblea era, verdaderamente, el cuerpo y la sangre de Jesucristo, pero sabía que me ataba a algo mucho más grande que mí misma.

Cuando me casé con mi marido, deje de comulgar. No asistí a la iglesia con frecuencia, solamente cuando estuve visitando a mi madre o familiares.  Pensé que era una falta de respeto comulgar, ya que no era una católica practicante. Dolía estar en la misa y no participar. Pero hay reglas en la religión. Y, sobre todo, mi educación católica me enseñó a respetar las reglas.

Mi tío, un sacerdote católico renegado, me sacó de esa idea en una pequeña misa privada que celebró para nuestra familia. Cuando me preguntó si yo quería recibir la comunión antes de que él celebrara la misa, sacudí mi cabeza de manera violenta, diciéndole que no. Escuchó mi razonamiento, y se quedó pensando.  Luego dijo, "Si tu regresas a casa después de una larga ausencia," ofreció, "no ofrecería tu padre la bienvenida a su mesa?"  Mi tío favorito  dejó el sacerdocio cuando tenía mas o menos setenta años y se casó. Al igual que yo, estaba harto de las reglas de aquella institución que lo había sostenido. Pero, sin darse cuenta, su ancha teología me había creado un camino de regreso a la Fé de mi infancia.

Hoy, me llamo a mí misma una cristiana ambigua con raíces católicas. Actualmente, en la práctica, soy más budista que nada; reúno Thich Nhat Hahn y John Kabat Zinn con Thomas Moore y Theilhard de Chardin. Medito regularmente, y todavía no he encontrado una congregación espiritual para mi que se encuentre en un edificio. Ya no estoy convencida de que necesito un edificio más, pero yo, todavía, lo echo de menos. Mi grupo de corredores católicos, mi grupo Shebat, mis amigos de Notre Dame, y del Centro Cooper, los de Decidí Vivir y los de mis clubes de lectura, los amigos del Centro de Teatro de Dallas y mi Grupo de Sueños,  mi mentor espiritual de Algo Nuevo - todos estos amigos comprenden la comunidad espiritual que yo misma he construido. Ahora, son ellos, la oblea que se derrite en mi boca.

Anoche, mientras me armé de valor para dar una respuesta a mi propia pregunta atrevida, las lágrimas comenzaron a fluir. Traté de explicar, de forma inadecuada, que echar de un lado a una cultura es una cosa peligrosa. Mientras miraba al público de rostros judíos, les pedí que fueran amables con las chicas católicas bonitas que podrían casarse con sus hijos. Tal vez este concepto era tan extraño para ellos como el suicidio y las salas psiquiátricas. Espero que no. En una cultura global, tenemos que descubrir mejores maneras de honrar a nuestro pasado a medida que construimos nuestro futuro.

Un matrimonio que mezcla religión, la geografía o que pone de cabeza a las nociones tradicionales del hombre y la mujer será más común en el futuro. Para aquellos recién casados, les deseo un viaje más seguro que el mío, con reglas que contribuyen a su formación pero que no rompen por completo a ellos mismos. Para mí, a los 55 años de edad, sólo hay una regla. Ya que no me cuento como Católica Romana, tiendo a no citar versículos de la Biblia, pero éste sí sé, Corintios 13:13: Y ahora estos tres permanecen: fe, esperanza y amor. Pero el mayor de ellos es el amor.

Búsqueda

Testimonial

"Hersh's page-turner story is very informative about the state of mind of people experiencing very high suicide risk; to take two examples, perceived burdensomeness and social isolation.  I'm relieved for her and for all of us that she survived.  Struck by Living shows a life beyond suicidality, filled with possibility."

Thomas Joiner
Thomas Joiner, The Robert O. Lawton Distinguished Professor of Psychology, Florida State University, Author of Why People Die by Suicide and Myths About Suicide
Acerca de Decidí Vivir

En Decidí Vivir, Julie Hersh discute la ironía de su vida con humor y honestidad brutal. A pesar de tener un esposo amoroso, hijos sanos, seguridad financiera, Julie intento suicidarse en tres ocasiones. Con la ayuda de la terapia electroconvulsiva, Julie logró vencer este desorden. Ahora Julie, ya sana, promueve la importancia the la salud mental en colaboración con otro artistas y organizaciones.

Suscribete a nuestra lista de correo

Prometemos no mandar spam.

© 2014 Decidí Vivir. Sitio por TheEyeWorks. Derechos Reservados.